El Silencio.

El silencio hacia retumbar aún más el sonido sordo del golpe; fue como despertar en una situación completamente distinta, estaba desorientado y sudoroso en mitad de la noche. Pero esa sensación solo duró los pocos segundos del eco. Despierto ya de la ensoñación efímera volvió a oír los sonidos de la noche y vio la oscura mancha de sangre que goteaba hasta la calzada desde el bordillo, antes de que cayera una sola gota más el estaba lejos caminado tranquilo, le guiaba el instinto, no hacia falta pensar, era una sombra que nadie sentía.

Su retina le devolvió la imagen de justo antes del silencio, del silencio de muerte, su brazo estirado golpeó e hizo caer como un saco al Cuarto.

Era su cuarta muesca, otro paso más en el camino de la venganza, camino sin retorno que conduce al abismo ineludible.

En sus primeros pasos por este camino le era imprescindible recordar a cada momento el por que de esta venganza, pero ahora solo importa El Camino, se ha desaparecido todo atisbo de humanidad ya solo es un Caminante invisible por el sendero de la venganza, ya no le hace falta más motivos que dar el siguiente paso, el último paso.

El Ruido.

El ruido de la feria llenaba todo el barrio, la música disonante y repetitiva de las atracciones se mezclaba con las conversaciones de los chiquillos ligando con jovencitas maquilladas por primera vez.

Lobo caminaba con su mujer, disfrutaba de su nueva vida; había dejado atrás toda la violencia de su juventud, no quedaba rastro de sus patillas hasta el mentón, su cabello tapaba las cicatrices de la cabeza y una camiseta hacia lo propio con sus brazos tatuados.

Un ruido sobresalió entre los demás, era el grito del pasado que venia a rendir cuentas.

Oi oi Skinner

- ¡Oi oi! ¡Skinner! Mírale que guapo va ahora el Lobito. ¿Te has guardado también los colmillos?

Lobo giró la cabeza mientras bajaba a su hijo de hombros, en un solo movimiento lo dejo en el suelo y se lanzo contra el que hablaba demasiado. Sus puños se hundieron en su cuerpo mientras una patada impactaba contra la cara de otro estupido nazi. Eran pobres imbeciles que se creían lo suficientemente duros como para molestar a los históricos.

-¿Solo dos boneshead contra el LoboRojo? Cada vez son más tontos-pensó Lobo.

Ya no merecía la pena seguir ensañándose y sus ojos se fijaron en una cara familiar, en alguien que le mantenía la mirada mientras avanzaba entre empujones, tardó solo segundos en encontrar entre sus recuerdos aquel rostro del pasado. Pero fueron demasiados por que el de la mirada vacía ya estaba a la altura de su mujer con el brillante acero hundiéndose en la espalda.

“El Camino de la Venganza nunca termina, donde acaba uno siempre empieza el de otro”

Es una madrugada de un día cualquiera imposible distinguir de cualquiera, pero no por aburrido sino porque todos los días son igual de buenos. Siempre hay un colega del que agarrarse, humo con el que hacer formas utópicas y un mini para beber cuando te quedas sin saliva por hablar o reír.

En su esquina de la barra sonríen y ríen, no tienen aún 20 años, ni más problemas que conseguir 10€ para tomarse algo el fin de semana, y si llegan otros problemas nunca preocupan, siempre hay una oreja que te escuchara y ayudara, incluso puede que te invite.

La conversación pivota entorno al maldito PP, al pakistaní, al Prestige y esas dos chicas del fondo que están buenísimas.

-Pues la morenita de negro te está mirando Marcos- afirma Alonso con la visión periférica que le da el otro lado de la barra.
-No jodas, será miope -Espeta Lobo con celos.
-Anda chavalín, no te preocupes que yo te hago a la castaña- Dijo Marcos.
-¡Quédatelas tu y hazte un trió!- Contesto Lobo entre risas.
-¿Un trió? ¡No hay huevos! Lo voy a anunciar por la megafonía -Propuso el compi Alonso
-Venga va, diles que estoy disponible para un trió.

Alonso para la música y con voz solemne anuncio.

-Atención, El compañero Marcos está disponible para un trió.

La verdad que se le entendió solo los conceptos de Marcos y trió, pero parece suficiente y Marcos avanzo decidido hacia las dos chicas que entre risas le miraban llegar.

-Hola chicas, soy Marcos…-Eso es lo único que alcanzaron a escuchar sus camaradas.