Desperté en el fondo del abismo, al abrir los ojos la sensación de claustrofobia era asfixiante.
Sentí que todo a mi alrededor estaba podrido que no había nada que no era nadie sólo un derrotado más, indiferenciable del resto. La carga de mi espalda me venció, tenía que escarpar salir corriendo pero ni para andar me sentía capaz.
Ahora era mi turno, Lobo se había caído del andamio en su decimotercera hora de trabajo, el alcalde faraón tenía prisa por acabar la obra que le hará inmortal y los obreros trabajaban sin parar en turnos interminables.
Llegué arrastrando mi alma a la sala de espera del hospital y allí estaba mamá leyendo, sin levantar los ojos caí en su regazo. Dejo el libro y me acaricio la cabeza mientras me susurraba "mi pequeño Lobito bueno, siempre tan callado..."
Me di cuenta de las veces que mi hermano Lobo había estado en ese regazo con la misma mano acariciando su cabeza rapada llena siempre de demasiada responsabilidad, "todo va salir bien... todo va salir bien.. tú solo duérmete... todo va salir bien mi amor..." así sacaba mi hermano la fuerza para levantarse cada día y de cada golpe, ahora es era mi turno y me sentía capaz.
